Zaah Eecla, Las Hijas del Sol, quieren iluminar a la Comunidad Comcaac
De izquierda a derecha. Miriam Cecilia Moreno López, Verónica Molina Morales, Francisca Barnett Díaz, e Imelda Guillermina Barnett Díaz arriban al Aeropuerto de Nueva Delhi, el 23 de septiembre de 2016. (Foto: Cortesía de Satyanarayan Sharma).
PUNTA CHUECA Y
EL DESEMBOQUE
DE LOS SERIS
El pasado 21 de septiembre se cumplió un año del cual cuatro mujeres indígenas Comcaac de estas dos localidades del estado de Sonora emprendieron una aventura hacia Tilonia, un distrito de Rajasthán, en la India.
Estuvieron ahí durante seis meses, Cecy, Vero, Mina y Fran, apoyadas por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, en conjunto con el Centro Cultural de la India Gurudev Tagore, de la Embajada de la India en México y el Gobierno de República de la India.
Junto con 35 asistentes de otras nacionalidades como de Botsuana, Cabo Verde, Kiribati, Madagascar, Malí, Micronesia, Myanmar, Siria, Senegal, Somalia y Tonga, se capacitaron como ingenieras solares para armar, instalar y dar mantenimiento a celdas solares en sus localidades de origen.
En las instalaciones de la Escuela de los Pies Descalzos (conocido en inglés como Barefoot College), las Comcaac fueron las únicas latinoamericanas capacitadas en la promoción de septiembre 2016 a marzo 2017, aunque cuatro mujeres de Oaxaca y dos de Yucatán, así como un total de 70 de 17 países de América Latina han egresado del curso hasta la fecha.
La gente de ambas localidades Comcaac, Punta Chueca y El Desemboque, vive en condiciones de vulnerabilidad social, entre ellas el aislamiento y la lejanía; la falta de vías y medios de comunicación; así como la alta dependencia a la pesca, principal actividad económica, misma que se ve afectada por la disminución de especies de importancia comercial y por la frecuente exposición a eventos meteorológicos extremos.
Es una constante en ambas localidades que no tengan abastecimiento de electricidad y agua potable. Se estima que alrededor del 80 por ciento de los hogares no cuenta con electricidad porque no puede pagar el costo. Esto repercute directamente en la actividad pesquera, así como en la salud, educación y seguridad de la población.
La falta de abastecimiento regular de la energía y agua dulce imposibilita la pesca y procesamiento durante días e incluso semanas. El desarrollo de las localidades se ve limitado, con impactos diferenciados entre hombres y mujeres.
Ceremonia de graduación por fin de cursos en las instalaciones de Barefoot College en Tilonia, Rajasthán en la India. (Foto: Manoj Kumar Sharma).
El acceso limitado a los servicios repercute más en las mujeres debido a los roles de género establecidos. Son las mujeres quienes invierten una cantidad mayor de su tiempo en el acarreo de agua, quienes se exponen al deterioro en la salud por el humo en el uso de la leña para cocinar, y quienes padecen de energía y tecnologías adecuadas para preparar los alimentos. Por lo tanto, su tiempo se ve reducido para realizar otras actividades como asistir a la escuela.
Las mujeres ingenieras solares sueñan con consolidar una organización de nominación Zaah Eecla que quiere decir “Las Hijas del Sol” en cmiquii itom, la lengua de la etnia Comcaac. Esperan en un mediano plazo llevar luz a unos 250 hogares, entre las dos localidades, a cambio de una cantidad simbólica que les permita crear un fondo comunitario para mejorar la calidad de vida de la población, en particular de las y los adultos mayores, las viudas y madres solteras.
Las Hijas del Sol están en busca de la oportunidad de mejorar sus vidas y la de su gente. El llegar a materializar su sueño de iluminar mediante energía solar sus localidades, no sólo les permitirá acceder a medios modernos de energía con los beneficios en la salud y educación que eso conlleva, sino que también puede ayudarles a ganarse la vida, a tener autonomía económica.
Foto: Cortesía de Manoj Kumar Sharma.
Miriam Cecilia Moreno López (Cecy) es pescadora y artesana de El Desemboque de los Seris. Con 48 años, tiene ocho hijas e hijos de entre los nueve y 27 años.
“Acepté participar en el proyecto, porque así podría ayudar a la comunidad a tener una vida mejor referente a la luz en el pueblo…. El peor momento para mí fue cuando me separé de mi familia por seis meses y el mejor fue cuando concluyó el estudio y regresamos a nuestras casas ya con nuevo aprendizaje y de haber viajado a una parte tan lejana y bella.
"Sueño con ver mi comunidad con luz por medio de paneles solares. Me imagino que les daría gusto por tener que pagar una cantidad menor que la que estaban pagando. Yo les diría a otras mujeres que estudien mientras se le presente una oportunidad y así van a poder cumplir su sueño, que nunca es tarde. Mientras haya vida, hay esperanza”.
Foto: Cortesía de Miriam Cecilia Moreno López.
Verónica Molina Morales (Vero) es artesana y ama de casa de El Desemboque de los Seris. Con 42 años, tiene un hijo de 24 años.
“Yo pensé que no tenía esa capacidad de poder aprender algo que jamás imaginé en mi vida y estar también lejos de la familia… porque tú sabrás que en el pueblo a estas alturas todavía hay hombres que dicen que la mujer no tiene por qué estudiar, que tiene que estar nomás en su casa, pero no fue así conmigo; siempre me apoyó mi esposo…. Yo siempre digo que irme de viaje, aunque sea riesgoso, si es para un bien para mi familia y mi pueblo, que haría el viaje....
"Lo más difícil fue estar allá lejos de mi familia… y pues también es difícil lo que se comenta en la localidad, de que a lo mejor no aprendimos el estudio que nos dieron allá en la India, que por eso no hacemos nada, que fue un tiempo perdido los seis meses que estuvimos allá. Pero para mí, lo mejor es que el idioma no fue una barrera para poder aprender lo que se nos ha enseñado. Yo les diría a otras mujeres que nunca es tarde para aprender algo y lograr lo que uno se proponga, y yo quiero lograr que la comunidad se beneficie del proyecto del estudio que hemos realizado y en parte beneficiarnos también nosotras las que fuimos hacer el estudio”.
Foto: Cortesía de Francisca Barnett Díaz.
Imelda Guillermina Barnett Díaz (Mina) es artesana y promotora cultural de Punta Chueca. Con 41 años, tiene una hija de 18 años y dos hijos, uno de 16 y otro de 11 años.
“Para mí ha sido un paso muy importante para mi crecer como persona, aprender más cosas aunque fue muy difícil tomar la decisión de estar tanto tiempo lejos de casa, dejar a mis hijos y no verlos por mucho tiempo, pero el mejor momento fue cuando terminamos la capacitación ya con un nuevo aprendizaje, un nuevo proyecto y el recibimiento de nuestra gente. Nos organizaron una fiesta de bienvenida entre todos…. ¡Ah! y aparte ahora tengo amigos del otro lado del mundo, mis maestros y nuestras compañeras....
"La gente siempre me pregunta cuándo vamos a empezar a trabajar, y eso quiere decir que están esperando algo de nosotras. Tienen confianza de que vamos a lograr algo. Mis hijos, mis papás, mi esposo y mis hermanas: Siempre he contado con el apoyo y la confianza de ellos desde el principio. Durante mi estancia allá, siempre me hablaban para darme ánimos. Mis hijos me han dicho muchas veces que están muy orgullosos de mí y eso me hace sentir muy bien, y mi hijo el más chico quiere estudiar ingeniería solar.
"Recibo muy buenos comentarios….Yo sé que no va a ser en vano lo que aprendimos. Tarde o temprano, vamos a conseguir algo para llevar a cabo nuestro proyecto y va a ser por el bien de toda la comunidad y personal...”.
Foto: Imelda Guillermina Barnett Díaz.
Francisca Barnett Díaz (Fran) es artesana y ama de casa de Punta Chueca. Con 47 años, tiene dos hijas y dos hijos, entre los 9 y 19 años.
"Yo acepté ir a la India para poder ayudar a mi comunidad, hay muchas familias que en sus casas no tienen luz porque no pueden pagar el recibo. Las personas enfermas son las que más padecen por no contar con el servicio. Tener la oportunidad de participar en este proyecto me ha hecho ver que tengo la capacidad para hacer cosas que jamás me creía capaz de realizarlas. Mi principal motor siempre han sido mis hijos”.